Cómo afecta a Ucrania y al mundo que Rusia no deje salir el grano de sus puertos

Cómo afecta a Ucrania y al mundo que Rusia no deje salir el grano de sus puertos

El 17 de julio pasado, Rusia anunció que se retiraba de forma “inmediata” del acuerdo para la exportación de granos a través del Mar Negro, el único éxito diplomático arrancado al Kremlin por la comunidad internacional en 17 meses de “operación militar especial” sobre Ucrania. Hasta ahora, a trancas y barrancas, se había podido ir renovando con los meses, hasta que Vladimir Putin se ha plantado. No le gustan las condiciones, pero es que nunca le gustaron. Ahora hay una contraofensiva de Kiev en marcha y tiene que doblarle el pulso como sea, incluso poniendo en juego la seguridad alimentaria del planeta.

El acuerdo que ya no existe, logrado con la mediación de Turquía y amparado por Naciones Unidas, permitía mantener el flujo de alimentos desde Ucrania, que es uno de los mayores exportadores de granos del mundo, hacia más de 40 países en tres continentes distintos. Alimentaba con sus cereales a buena parte de África, Oriente Medio y el sureste asiático, zonas muy necesitadas de estos cargamentos, en un mundo en el que pasan hambre 735 millones de personas. Son datos de la ONU.

Rusia, que ha argimentado que sus propias exportaciones de alimentos y fertilizantes se habían visto perjudicadas por las sanciones occidentales y que nadie contempla sus problemas, ya había expresado su intención de poner fin a este pacto, que ha permitido la exportación de más de 32 millones de toneladas de alimentos desde Ucrania. Y desde ese día no ha dado su brazo a torcer.

A continuación tratamos de explicarte la importancia mundial del acuerdo y de las consecuencias de su fin.

Por el principio: qué y para qué

Cuando Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022, su Armada bloqueó de inmediato los puertos ucranianos en el Mar Negro. No podían salir mercancías de un país que alimentaba literalmente al mundo, “el granero”, como lo llamaban los especialistas. Cinco meses después del inicio de la ofensiva, tras el trabajo insistente de Ankara y la ONU, Moscú accedió a un compromiso que garantizaba la seguridad y el paso de buques de carga a lo largo de un corredor en el Mar Negro de 310 millas náuticas de largo y tres millas náuticas de ancho, hacia y desde tres puertos ucranianos.

El acuerdo también permitía a la armada rusa inspeccionar los barcos que entraban en el Mar Negro vía el Bósforo o estrecho de Estambul, para asegurarse de que no transportaban armas. Fue una de sus condiciones esenciales para dar el “sí”.

Desde que se concretó el pacto, ha sido elogiado como una gran victoria diplomática que ha ayudado a aliviar la crisis de precios de alimentos desatada por la invasión rusa. En el caso más cercano, el de Europa, los precios han llegado a subir por encima de los dos dígitos, alcanzando cotas nunca vistas en 40 años.

Las condiciones

La ONU, en las negociaciones del acuerdo y en las prórrogas posteriores, le prometió a Rusia que ayudaría a que el país euroasiático aumentara sus propias exportaciones de granos y fertilizantes, una contrapartida o “mordida”, como la llaman las autoridades de Kiev, con la que había que tragar.

Si bien Occidente no ha impuesto sanciones a los productos agrícolas rusos, Moscú alega que otras sanciones sí que han disuadido a empresas navieras, bancos internacionales y aseguradoras de negociar con sus productores. Según cálculos del Consejo Europeo, por ejemplo, hay ya bienes rusos inmovilizados por los Veintisiete por valor de 21.500 millones, más 300.000 millones de activos del Banco Central de Rusia bloqueados en la UE y en los países del G7, a lo que se suman 43.900 millones del valor de las exportaciones a Rusia sancionadas y 91.200 de las importaciones procedentes de Rusia que se han vetado ya.

Hay otra cosa que molestaba: desde marzo, el flujo de salida de trigo, centeno y cebada se había reducido, mientras que el maíz se mantenía, llegando tanto a países en desarrollo como desarrollados, y Rusia protestó enfadada. Decía que ellos seguían teniendo problemas para sacar sus fertilizantes al mundo y Ucrania mandaba lo que quería a quien quería y que no le gustaba ese escenario.

Rusia solicitó también que su banco agrícola estatal, el Rosselkhozbank, volviera a ser incluido dentro sistema global de pago SWIFT, del que los bancos rusos fueron excluidos tras sanciones en junio de 2022. Como respuesta, la ONU le sugirió a Rusia que abriera una subsidiaria del banco, que sería incluida en el sistema SWIFT, pero Rusia rechazó la propuesta, afirmando que le tomaría demasiado tiempo. Otros esquemas sugeridos, como el procesamiento de pagos de alimentos y fertilizantes a través del banco estadounidense JPMorgan Chase, o a través del African Export-Import Bank, tampoco lograron concretarse porque el Kremlin los veía débiles.

Rusia asegura que se reincorporará al acuerdo si se cumplen sus condiciones, pero garantiza que se mantendrá firme en ellas y no cederá.

Por su parte, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha señalado reiteradamente en estos días que intentará persuadir a su homólogo ruso, Putin, para que reanude el acuerdo. Como por ahora no hay resultados, se espera como agua de mayo su próxima reunión bilateral, prevista para principios del mes de agosto. Mientras tanto, pasan los días sin que salga grano de los puertos ucranianos.

El daño para Ucrania…

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, insiste en que su país tiene la intención de continuar exportando granos, aferrándose a que el acuerdo se compone de dos partes similares, una firmada por Ucrania y otra por Rusia. “Se nos han acercado empresas que poseen barcos y están dispuestas a continuar enviando granos si Ucrania acepta dejarlos entrar y Turquía acepta dejarlos pasar”, indicó en caliente, tras la ruptura del acuerdo.

Por su parte, Nikolay Gorbachev, presidente de la Asociación de Cereales de Ucrania, dijo a la BBC que sus miembros habían identificado medios alternativos para exportar granos, incluso a través de sus puertos en el río Danubio. Son muelles menos eficientes, reconocen, con lo que la cantidad de lo que se podría sacar es notablemente menor y, a la vez, subirían enormemente el precio del transporte y, por tanto, del producto final que tiene que llegar a zonas no precisamente muy boyantes.

El anuncio del Kremlin se produjo pocas horas después de que atribuyera a Ucrania la responsabilidad de un ataque a un puente que une el territorio ruso con Crimea en el que murieron dos civiles. Un cuello de botella esencial para la península ucraniana, anexionada en 2014 por Moscú y hoy gobernada por prorrusos, hasta el punto de que se le conoce como “el puente de Putin”. Coincidían, pues, varias cosas: el ataque al sensible puente y, de fondo, la ofensiva de Kiev para recuperar esa quinta parta de su país que está aún hoy ocupada por Rusia y que no estaba aún activada cuando se negoció la última prórroga del acuerdo. Tampoco había ocurrido, entonces, el intento de golpe de los milicianos del Grupo Wagner. Putin ha querido, más allá del grano, hacerse imponer.

Además, desde que el acuerdo se dio por cerrado, Rusia ha aplicado una política de castigo sobre los puertos ucranianos de la zona afectada, especialmente la ciudad de Odesa. Se trata de una capital largamente ansiada por el Kremlin, porque daría una gran ventaja estratégica a Rusia y sería un duro golpe para Zelenski, toda vez que implicaría separar a Ucrania de la costa del Mar Negro, del que se puede extraer multitud de recursos muy valiosos

Fundada por Catalina la Grande a finales de 1700, la ciudad era en el pasado una joya de la corona del Imperio Ruso y un puerto comercial crítico para la Unión Soviética. Aunque no es tan importante militarmente como la península de Crimea, Putin siempre ha hablado con nostalgia sobre la reconstitución de la Nueva Rusia de la era imperial y Odesa estaba en sus planes expansionistas. El acuerdo, que obliga a cumplir ciertas normas, evitaba que fuera a por todas.

Los reportes de la prensa internacional en la zona hablan, constantemente desde ese día de la ruptura, de ataques a edificios civiles, infraestructuras esenciales, instalaciones portuarias y, también, silos y almacenes de grano, ese que se pretendía sacar en barcos hacia el mundo.

… y para el planeta

Ucrania es uno de los mayores exportadores mundiales de girasol, maíz, trigo y cebada. Según la Comisión Europea, Ucrania representa el 10% del mercado mundial de trigo, el 15% de maíz y el 13% de cebada. También es el productor más importante en el mercado del aceite de girasol, con más del 50% del comercio mundial. Si un exportador tan importante como Ucrania se hunde, esto puede tener un grave impacto en la seguridad alimentaria mundial. Es lo que estamos viendo desde que comenzó la guerra.

El bloqueo ruso de los puertos ucranianos a principios de marzo del pasado 2022 hizo que cerca de 20 millones de toneladas de grano quedaran atrapadas en el Mar Negro. En consecuencia, los precios de los alimentos se dispararon en todo el mundo. Ahora, como era de esperar, el anuncio de Rusia de no renovar el acuerdo ha hecho que todo de dispare de nuevo, cuando se había estabilizado relativamente.

La Casa Blanca advirtió tras conocer la decisión rusa que “empeorará la inseguridad alimentaria y perjudicará a millones de personas vulnerables en todo el mundo”. Aún no se ha llegado a los niveles de récord en subidas de la primavera del 2022: los precios del trigo siguen siendo un 52% inferiores a los máximos históricos de marzo de 2022 y los del maíz son un 38 % inferiores a los de abril de 2022, cuando alcanzaron un máximo de 10 años, indica Washington.

El bloqueo ruso aumentó el riesgo de escasez de alimentos en varios países de África y Oriente Medio que dependen en gran medida de las importaciones de cereales ucranianos. Cuando se firmó el acuerdo el año pasado y se reiniciaron los envíos de granos, los precios mundiales de los alimentos cayeron aproximadamente un 20%, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

De acuerdo a la ONU, de todos los productos alimenticios que Ucrania exportó el año pasado bajo el acuerdo para exportar granos, el 47% fue a “países de altos ingresos”, incluidos España, Italia y los Países Bajos; el 26% fue a “países de ingresos medios altos” como Turquía y China; y el 27% acabó en “países de ingresos bajos y medianos bajos”, como Egipto, Kenia y Sudán. Ucrania también ha enviado 625.000 toneladas de alimentos como ayuda humanitaria a Afganistán, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán y Yemen y más de la mitad de los cereales comprados por el Programa Mundial de Alimentos de la ONU en 2022 vinieron de Ucrania. Así que ayuda donde más falta hace pero, también, a países en buenas condiciones como el nuestro.

Según un informe de la Red de Información sobre Seguridad Alimentaria (FSIN, por sus siglas en inglés), una plataforma de intercambio de datos financiada por la Unión Europea y Estados Unidos, el año pasado las principales causas de “inseguridad alimentaria aguda” en 27 países fueron las crisis económicas, entre las que se incluyen las repercusiones de la guerra de Ucrania y la pandemia de coronavirus, que afectaron a casi 84 millones de personas. La FSIN define la inseguridad alimentaria aguda como “la carencia de alimentos suficientes hasta el punto de poner en peligro la vida o los medios de subsistencia de la persona”.

El Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés) pronosticó ya en noviembre que la ruptura del acuerdo “golpearía más a quienes están al borde de la hambruna”. La advertencia se produjo después de que Moscú suspendiera su participación en el pacto durante varios días tras los ataques con drones en Sebastopol, ciudad portuaria de Crimea, controlada por Rusia. Fue sólo un conato. Esto de ahora no lo es, va en serio.

En plena crisis del grano con Ucrania y la ONU, Putin ha presidido esta semana la Cumbre Rusia-África en San Petersburgo y ha anunciado su intención de entregar gratuitamente en los próximos meses entre 25.000 y 50.000 toneladas de grano a seis países de africanos. Irán a parar a Burkina Faso, Zimbabue, Mali, Somalia, la República Centroafricana y Eritrea, países todos ellos en los que Moscú busca tener una mayor influencia. “No es con un puñado de donativos como vamos a corregir el impacto dramático (de la subida de precios de los cereales) que afecta a todo el mundo en todas partes”, le reprochó el gesto el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

Tanto él como la Unión Europea han hecho llamadas a la sensatez, pidiendo que los barcos puedan seguir exportando grano desde Ucrania y evitar que un conflicto concreto pudiera tener un efecto catastrófico en el hambre del mundo. Por ahora, como el que oye llover.

Tomado: Huffingtonpost

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